VEJEZ , ARQUITECTURA Y SOCIEDAD

   El modelo argentino más extendido de arquitectura geriátrica revela de inmediato el estado general de abandono, degradación y miseria que envuelve, golpea nuestra ancianidad contemporánea. Correlativamente, la arquitectura para la vejez -que hace ya más de tres décadas viene creciendo y perfeccionándose en contextos sociales que adoptaron políticas más racionales en torno de la problemática general de la ancianidad es un fenómeno, tanto en el plano practico como en el teórico, ignorado en cuanto disciplina profesional y académica. No forma parte de la currícula habitual de las carreras de Arquitectura, no constituye tampoco una especialidad en la formación de posgrado, ni ha alcanzado una difusión sólida a través de seminarios o cursos. Suele confundírsela con algunos
principios elementales de la arquitectura para discapacitados. El conocimiento que ha alcanzado a desarrollarse es en general muy rudimentario
y está asociado con lo que se llama "barreras arquitectónicas". En un sentido amplio, el estudio de "barreras" esta orientado en relación con soluciones arquitectónicas para el tratamiento de alguna discapacidad física,motora o sensorial, no tiene en cuenta que la vejez supone una superposición de diversos tipos de discapacidad y se postula como un saber técnico escindido de una filosofía general del diseño.Pero si se estudia el modo en que los países (Dinamarca, Alemania,Canadá, Israel, entre otros) que más seriamente han encarado este nivel de arquitectura, lo que se comprueba de inmediato es una constante que antes de remitir a consideraciones de orden técnico o académico habla del sistema de organización político institucional, esto es, de una fuerte y decisiva intervención del Estado. El Estado es un agente de imprescindible protagonismo en la determinación de políticas oficiales destinadas a la atención general de la ancianidad. Hace ya unas cuantas décadas que la
ancianidad, el desequilibrio entre sectores socialmente activos y pasivos en un mundo que acelera vertiginosamente los índices de prolongación de la expectativa de vida, se ha convertido en una cuestión de Estado. Desde todo punto de vista, si hubiera que subrayar las penurias argentinas en relación con la ancianidad, lo primero a destacar es la desidia, la des preocupación y exterioridad del Estado. La esterilidad, la falta de iniciativas en el campo de la arquitectura para la vejez debe medirse entonces en relación con la ineficacia y la negligencia general del Estado, con lainoperancia, arbitrariedad y rapiña que definen sus políticas sociales.

Así entonces es difícil imaginar que una serie de emprendimientos individuales y aislados pueda colaborar eficazmente en la perspectiva que nos interesa: generar, a través de la reflexión y la práctica arquitectónica,mejores condiciones de vida para la vejez. Resulta de todo punto de vista evidente que ese objetivo demanda una transformación profunda y generalizada de las prácticas del Estado y, consecuentemente, de la cultura social en torno de la ancianidad.

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